Reseñas
Melamed, A. (2022). Adiós al cuerpo. Marcel Proust y las estéticas y poéticas contemporáneas. Buenos Aires, Prometeo Libros (156 páginas)
El libro que presentamos articula algunos problemas de nuestra contemporaneidad desde las categorías que hemos heredado de una larga tradición en la reflexión tanto estética como artística. Una contemporaneidad que aparece signada por las nuevas modalidades del cuerpo, el transhumanismo, la pospandemia, el tecno-capitalismo y las nuevas y ambiguas derivas de la experiencia, de la memoria y del olvido. Todo ello implica una redefinición de lo humano, de sus posibilidades y sus limitaciones. En este contexto, el estudio de la obra de Marcel Proust - obra cuyo estudio tiene ya una larga tradición en el Departamento de Filosofía de la UNLP que se remonta hasta Emilio Estiú- y las poéticas contemporáneas es un centro de gravedad en cuyas propuestas, enigmas, y preguntas la autora encuentra un campo fértil de reflexiones para abordar estos problemas. No se trata, como señala, de reducir los problemas o ilustrarlos con obras artísticas, sino de encontrar las zonas de mutua iluminación entre la ficción y la realidad. Así, el libro articula un corpus que reúne filosofía y estética (Hume, Kant, Marx, Benjamin, Adorno y Horkheimer, Heidegger, Sontag, Ricoeur, Broch, entre otros/as), literatura (Proust, Baudelaire, Modiano, Sebald), instalaciones visuales y musicales (Berio, Saraceno) y ficciones cinematográficas o series (Black Mirror, Years and Years, Her, Upload).
En el capítulo que abre el libro, “Adiós al cuerpo”, la autora explora las diferentes modalidades específicas en que puede considerarse un alejamiento general del cuerpo. Desde el declive de la necesidad misma del cuerpo y el posible desplazamiento de sus funciones por medio de la técnica hasta la rehabilitación de su importancia en la pandemia. En este sentido, aparece lo monstruoso como categoría estética productiva para dar cuenta de todas estas modalidades.
El capítulo presenta, así, las temáticas que el libro irá desarrollando a través de los ocho capítulos restantes: la cuestión de la técnica y la corporeidad, de la memoria, del olvido, de la ficción como modo de conocimiento, de la creación artística y tecno-científica en su papel condicionante de la experiencia y de las posibilidades y peligros de la deriva humana.
El capítulo dos revisa algunas de las principales categorías de la tradición estética y sirve como una suerte de marco teórico general de las discusiones que reaparecerán a lo largo del libro. Aquí la autora muestra que los enfoques unilaterales han llevado a acentuar principalmente la perspectiva estética más que la poética, haciendo del arte principalmente un objeto de consumo y de placer, con lo que se separan la recepción de la creación. Se observa que el aspecto creativo es subvalorado, aun cuando tiene en Kant y su figura del genio un importante antecedente, ya que hay allí un germen de ideas fecundas en torno a la importancia de la producción y su relación con la recepción. En este sentido, la autora registra una serie de posicionamientos que se enfrentan a esta priorización de lo estético y revalorizan la dimensión poética-creativa. A su vez la producción artística de la contemporaneidad parece diluir las categorías con que la modernidad reflexionó sobre el arte y tensiona con la estética, que nació dentro de una esfera que pretendía encontrar sus propias normas y criterios de validación. Por ello, los capítulos siguientes mostrarán, precisamente, cómo en el arte contemporáneo esta disolución rehabilita de manera dialéctica, paradójica o también paródica, varias de las categorías de la estética tradicional, las cuales de esta manera conservan parte de su valor explicativo o heurístico.
Así, en relación con distintas propuestas contemporáneas, y siempre con referencias a la obra proustiana, la autora irá mostrando cómo se apuesta a producciones humanas y no humanas, en las que se articulan distintas maneras de trabajar con el pasado en general y el pasado artístico (a través de la reapropiación, la imitación o el kitsch), de elaborar el olvido y hacer de este una estrategia compositiva, de experimentar con el lenguaje de un modo que pueda articularse como lenguaje del sufrimiento sin banalizar el dolor ajeno ni volverlo disponible para el consumo. También se desarrollarán los problemas de la técnica en tanto técnica creativa y en tanto técnica científica orientada al dominio de la naturaleza, mostrando cómo, en todo caso, estas diversas formas son un condicionamiento de las capacidades perceptivas y representacionales que atraviesan lo humano.
Podemos ver cómo se re-actualizan —a veces paradójicamente— y se problematizan núcleos temáticos de la reflexión estética moderna: las nociones de creación, autoría y su vínculo con la recepción, las distintas formas de la recepción y de la escucha, el lugar de la naturaleza y de la técnica, de la representación conceptual-lingüística y la sensibilidad, de la relación del arte con la tradición y el pasado artístico, y por supuesto el lugar de la originalidad.
Finalmente, se enfocará el problema del lenguaje desde la obra proustiana, mostrando cómo en la fisiología del lenguaje que se desarrolla en En busca del tiempo perdido este estalla desde dentro, rompiendo la asociación entre significado, significante y referente. Así, el lenguaje, más que ser una fuente de comprensión, se revela como la fuente de todos los equívocos, lo cual adelanta la perspectiva escéptica que se despliega allí. Esta perspectiva permite a la autora analizar, en el capítulo que cierra el libro, cómo los personajes proustianos aparecen en la novela en su moral fluida y en sus manifestaciones equívocas. Frente a los otros, los personajes realizan verdaderas puestas en escena, teatralizando un yo que no les es necesariamente inherente, pero que les permite verdaderos actos sádicos. Para realizar estos actos se emprende un salto de abandono del yo, un salto hacia lo inhumano. Esto se vincula, dice la autora, con la orfandad ontológica y el nihilismo que atraviesa toda la novela, que revela el fracaso de toda interpretación y la imposibilidad de ir más allá de las creencias, tal como señalaba Hume, filósofo omnipresente en la obra proustiana. En la figuración de los artistas del mal, Proust desarma la clásica asociación entre belleza, verdad y bien. A la vez, esta categoría resume de algún modo los peligros y desafíos latentes en la deriva de la experiencia humana.
El escepticismo proustiano bien podría caracterizar este libro. Este es atravesado por un anhelo de comprensión; y si bien en el libro se iluminan mutuamente problemas de nuestra contemporaneidad con perspectivas filosóficas y artísticas, significativamente se cierra con lo que Jacques Rivière decía sobre Proust; a saber, que se acerca a la vivencia “sin la más leve inclinación al consuelo” (citado en Melamed, 2002, p. 145).