RDF
Revista de Filosofía (La Plata), junio - noviembre 2024, vol. 54, núm. 1, e103. ISSN 2953-3392
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Investigaciones en Filosofía IdIHCS (UNLP - CONICET), Departamento de Filosofía y Doctorado en Filosofía

Reseñas

Reseña de Zorrilla, N. (2023). Sade. Buenos Aires: Galerna (376 páginas)

Andrea Noelia Gómez

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Cita sugerida: Gómez, A. N. (2024). [Reseña del libro Sade por N. Zorilla]. Revista de Filosofía (La Plata), 54(1), e103. https://doi.org/10.24215/29533392e103

La compleja obra del marqués de Sade ha atravesado la historia de la filosofía sin dejar a nadie que haya abordado sus escritos indemne. El libro de la filósofa Natalia Zorrilla es un fascinante artefacto para emprender una lectura tanto iniciática de la obra del marqués, como también especializada y filosófica. En su estudio sobre Sade, Zorrilla ofrece una cartografía original que permite recorrer distintos aspectos del filósofo, su impúdica biografía, su intenso diálogo con la intelectualidad y la política de su tiempo, la conflictiva recepción contemporánea de su obra, así como un trabajo propio de traducción y exégesis de los textos.

En el estudio preliminar titulado “La revuelta de Sade”, la filósofa sostiene que la figura de Sade-filósofo se plantea como “un vehículo expresivo de potencias imperantes de la época y es la manifestación sintomática de la ansiedad axiológica que genera el ocaso de la Ilustración” (p. 20). En la incómoda lectura de su obra, es posible vislumbrar al materialismo y al ateísmo como dos grandes corrientes subterráneas que atraviesan el pensamiento de su época, inscriptas en la circulación de los saberes filosóficos clandestinos del Siglo de las Luces. Según la lectura de Zorrilla, el canon filosófico hunde sus raíces en la exaltación y divinización de lo inmaterial a través de un principio inteligible superior que rige todas las cosas llamado “Dios”. La obra de Sade, amoralista, antijerárquica y nihilista, subvierte esta concepción del mundo mediante un procedimiento de restitución del mundo material y del cuerpo. Este solo es tolerado por la tradición filosófica si se somete a un principio superior. La impugnación de este constante intento de captura por parte de quienes crearon la ficción de un intelecto divino se llevará adelante en sus escritos a través de la parodia, la ironía y la blasfemia. Así, el ateísmo va a estar profundamente consustanciado con un materialismo ecléctico, resultado de la yuxtaposición de distintas corrientes de la época, y será una filosofía de constante transformación. Admitiendo todo tipo de corporalidades, cada una de ellas será una expresión singular de la materia finita en sí misma. La propuesta de Sade es una filosofía encarnada, en la cual la configuración de las propias corporalidades de sus personajes origina sus ideas filosóficas, pero está lejos de determinarlas. En ese sentido, sostener la idea de la existencia de un ser superior o principio rector da cuenta de la debilidad emocional e intelectual de la humanidad, según el marqués.

En la primera sección, “Filosofía obscena contra la jerarquización de los goces”, la autora distingue entre los manuscritos exotéricos y los esotéricos del filósofo. Los primeros tienen el carácter de ser públicos y los segundos, clandestinos. Dentro de estos últimos estarán los pornográficos, es decir, los libertinos. En estos escritos, la obscenidad, la crueldad y la transgresión minan a la virtud y exaltan el goce criminal. En ellos se plasmará la identidad de Sade para el imaginario de gran parte de sus intérpretes. En estos textos de circulación extraoficial se dan las disquisiciones filosóficas de Sade vinculadas al sentido del crimen, y se promueve la mirada amoralista del cosmos. Los personajes extremos de las novelas encarnan una antropología filosófica dualista, que clasifica las subjetividades en dos grandes sistemas de goce: las que son víctimas de los personajes libertinos, identificados con la pasividad, y las que encarnan los mismos libertinos, que serán quienes los destruyan. La virtud y el vicio no pueden ser jerarquizados.

Tres grandes principios integrales dan sentido a las acciones en los distintos discursos libertinos: el hedonismo generalizado, la variabilidad de los goces y la equivalencia de las formas del goce. En este último principio es en el que plantea que no es posible establecer una jerarquía incondicionada, es decir, universalmente válida entre las distintas formas de goce existentes. Así, quedaría estipulado que no existen deseos, placeres o deleites antinaturales, dado que todos son inspirados por la Naturaleza. Reconocer el sistema de goces implica, para las libertinas y libertinos, comprender lo que está fuera de control, y las formas de autocontrol para obtener los resultados esperados. El concepto de apatía atraviesa esta concepción.

En la segunda sección, “Materialismo ateo contra las jerarquías del mundo natural”, la autora muestra la imbricación profunda que existe entre materialismo y ateísmo. Los personajes sadeanos van a destruir toda quimera deífica que exista. En sintonía con la exaltación de los peligros del mundo natural y la existencia de leyes de la naturaleza imparciales ante los sucesos del mundo humano, a las posiciones deístas de una armonía y sistematicidad en el mundo se opone la indiferencia absoluta de la Naturaleza.

El libro tiene, además, una tercera parte titulada “Legados”, en la que se analiza la recepción de la obra de Sade en la tradición filosófica, y una cuarta parte que ofrece al lector una selección de textos traducidos por la propia autora, que son las fuentes en las que basa su estudio. Desde una visión caleidoscópica, la obra sadeana puede pensarse como un despliegue multidireccional del puro exceso, una analítica del deseo que lleva hasta lugares insospechados nuestra propia concepción de las sexualidades. Si todo lector es lector de sí mismo, como sostiene Marcel Proust, es imposible atravesar de manera indiferente los textos sadeanos: algo propio se revela involuntariamente víctima de la maquinaria sadeana, en el profundo sentimiento de abyección que provoca su lectura. Confrontar filosóficamente con sus oscuras y radicales ideas implica dejar que el cuerpo sea conmovido también.

Por otra parte, si nada existe en el universo a excepción del puro mecanismo ciego de la materia en movimiento, esto es, si no hay fundamentos, como sostiene Zorrilla en su estudio preliminar, porque todo es devorado por el mecanismo sin sentido del cambio, la caída es total. Pero allí mismo donde ninguna teogonía es posible, es la Naturaleza la que encarna la infinita potencia del cambio y de la multiplicidad de la vida.

En ese sentido, recuperar la obra del marqués de Sade es un desafío para la filosofía y para cualquier concepción del mundo. De la misma forma que lo es en relación con las sexualidades, pensada desde los estudios de género, así como también desde la filosofía feminista. El libro de Natalia Zorrilla nos brinda, además, la posibilidad de adentrarnos en la obra de este complejo pensador desde distintas perspectivas, difíciles de señalar en este breve texto, pero que hacen a la riqueza y el desafío de seguir pensando en el perturbador y alucinante teatro de las pasiones humanas y sus derivas.

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